Asesinos de series un original thriller escrito por Roberto Sánchez

Asesinos de series.
Por Silvia Fernández de Roca Editorial
Asesinos de series es uno de los thrillers policíacos más originales de cuantos se han escrito en los últimos años. Roberto Sánchez parte del fenómeno de las series de televisión para construir una historia en la que la cultura popular tiene una importancia capital. De hecho, pocas veces se ha llevado con tanto acierto un fenómeno de masas a las páginas de una ficción.
Asesinos de series combina un profundo conocimiento de la cultura de las series de televisión con una hipnótica ficción sobre unos asesinatos de lo más creíbles.
La novela tiene a tres fanáticos de las series de televisión como protagonistas. En realidad, Rubén, Andrés y Marta no sólo han creado un blog (Asesinos de series) que analiza todas las temporadas, sino que además son unos compañeros de piso que tienen un objetivo común: vender el guion de una serie en la que, precisamente, se hacen constantes guiños a las series más importantes de esta época. Pero, cuando ya han enviado su idea a varias productoras y mientras sueñan con verla en la pequeña pantalla, reciben la visita de la policía. Al parecer, se han producido varios crímenes que guardan no poca relación con el guion que ellos han escrito, es decir, se ha cometido ‘una serie de asesinatos en la que todos tienen un vínculo que recuerda o se basa en una serie de televisión’.
Con la excusa de protegerlos –pero también de investigarlos-, un agente de policía (Héctor Salaberri) se meterá en su casa, pidiéndoles que le ayuden a buscar las similitudes entre dichos asesinatos y las series de televisión más famosas del momento. En un principio, los asesinatos han sido tres (aunque pronto aumentarán). El primero es el de un hombre de raza negra e identidad falsa que ha sido arrojado desde la sexta planta del hotel Capital (Gran Vía/CALLAO). El segundo es el de un empresario arruinado, acusado de violencia de género, que ha aparecido calcinado en el interior de una cabaña. Y el tercero corresponde a un ex militar a quien han matado tratando de simular un suicidio.
Cada uno de estos crímenes ha sido cometido a imagen y semejanza de los que pueden verse en algunas series de éxito, como Atrapados o Homeland, y parecen haber sido perpetrados siguiendo el orden de las entradas que los tres protagonistas han ido escribiendo en su blog, cosa que no sólo los convierte en unas valiosas fuentes de información, sino también en sospechosos de asesinato.
Además del inspector Héctor Salaberri, dos agentes de policía cogerán las riendas de la investigación, a inspectora jefe Isabel Velasco y el inspector Ricardo Benítez se encargarán de encauzar una serie de casos en los que, partiendo de un hombre sin identidad que cae desde la ventana del hotel Capital, revelándose como una trama en la que entran en acción los delitos informáticos, las mafias del boxeo, el blanqueo de dinero a través de bitcoins, el papel del periodismo y los abusos del sensacionalismo, y muchos otros elementos que convierten esta novela en un thriller altamente adictivo.
EL AUTOR:
Roberto Sánchez nació en Barcelona en 1966. Está vinculado a la Cadena Ser desde 1988. En 1994 creó y dirigió Si amanece nos vamos, primer programa de transición entre la noche y la mañana con vocación de Morning adulto. Las cinco mil ediciones de su programa, que finalizó en 2012, le valieron una Antena de Oro, un Premio Ondas y un Micrófono de Plata. Desde entonces, trabaja junto a Carles Francino a quien sustituye durante los periodos vacacionales, primero en el programa Hoy por Hoy de la misma cadena y actualmente como subdirector del programa La Ventana.
Entrevista a Roberto Sánchez
1-¿Cree que la moda de las series de televisión están transformando el mundo del crimen? ¿En qué modo?
Pueden ser inspiradoras, sí. Hay una gran competencia en el sector y eso hace que el nivel de creatividad de los guionistas no descanse cómodamente en la zona de confort, precisamente. Hemos conocido más de un caso de quien ha intentado emular a Walter White (Breaking Bad) para fabricar droga sintética de forma casera, con poca fortuna, por cierto. Pero esos son lo que han trascendido. ¿Y si ahora mismo hubiera alguien pergeñando un atraco a la Casa de la Moneda como en La Casa de Papel?
En el otro lado, manejamos tanta información que hace posible que una limpiadora de un parque de Sevilla puede ayudar a solucionar un crimen gracias a que sigue un protocolo que ha visto en CSI. Este es otro caso real.
De todas formas, es la tecnología en sí la que está cambiando los formatos de timos o golpes; también la manera en la que se pueden organizar, lejos de las luces de la multitud, los crimínales. Aunque no asegure la inmunidad, la red oscura ofrece un mercado al que es relativamente fácil acceder.
2-Su novela es un auténtico tratado sobre las series de televisión. ¿Podría usted decirnos qué serie se ajusta más a la realidad negrocriminal contemporánea tanto a nivel nacional como internacional?
Le agradezco la consideración de «tratado», aunque el objetivo no vaya más allá que el de rendirle homenaje a un formato que ha revolucionado la manera que teníamos de consumir ficción y acceder a esa cultura. Déjeme decir que se puede leer el libro sin haber visto ni una sola de esas series. Mi madre puede dar fe de ello
En España creo que el referente estaría en «Crematorio», la serie basada en la obra de Rafael Chirbes, por cuanto retrata de manera muy fiel y cruda las relaciones del poder y la delincuencia de cuello blanco, la política corrupta y saqueos diseñados en planos urbanísticos, con sus prebendas, comisiones y prevaricaciones. Es una radiografía ejemplar de una etapa muy concreta de nuestro país.
Hay muchas series internacionales que abordan ese género de la corrupción del poder y la policial. Y vemos cómo, si no se alejan de la actualidad, empiezan a aparecer reflejadas las ramificaciones de intereses bastardos de los que trafican con el drama de los migrantes. Yo apuntaría Line Of Duty, El Túnel, The Missing, o más recientemente, Collateral. Los británicos y franceses llevan mucha ventaja, en esto también.
3-¿Ha tenido usted la tentación de escribir el guion de alguna serie de televisión?
Tentación, sí. De hecho, los primeros apuntes para lo que ha acabado siendo Asesinos de Series los tomé con la idea de convertirlo en una serie. Pero, se me fue de las manos. (Ironía).
En principio era para un podcast, para audio. Por eso el homenaje también influye en la estructura que tiene la novela, como si fueran ocho capítulos de una primera temporada, y con secuencias relativamente cortas donde la cámara (el narrador en este caso) se sitúa de manera omnipresente con la voluntad de que en todo momento haya más de una incógnita en danza o abra una duda sobre si es realmente lo que parece o hay algo escondido tras las apariencias. Es decir, que esta novela podría ser un buen punto de partida.
4-Isabel Velasco y Ricardo Benítez son dos agentes de policía con mucho potencial. ¿Estamos ante el inicio de una serie de novelas negras?
Quiero pensar que así es. Es mi intención. De hecho, ya estoy trabajando en ello. Siguiendo con el símil de las series, ya están diseñadas y bastante avanzadas una segunda y una tercera temporada.
Lo curioso del caso es que ni Velasco ni Benítez estaban presentes en los primeros bocetos, pero surgieron, se pusieron a hablar y a dirigir la investigación, a relacionarse con los blogueros, y puedo asegurar que tienen vida propia. Estas son las clásicas afirmaciones que antes leía en quien se había manejado con la ficción y no acabada de entender. Pero ha sido exactamente así.
5-Como locutor de radio, ¿cree que la realidad está llena de historias fácilmente transformables en novelas policiacas o en series de televisión?
Todos los días y a todas horas. Detrás de cada titular de cualquier noticia de sucesos. Sólo hay que plantarse delante, y dedicarle unos minutos a intentar responder «qué puede haber detrás de esto», para que surja una historia o el eslabón de otra mayor a la que, casi siempre, hay que rebajar para que tengan cierta verosimilitud. La realidad se ha empeñado en hacerse demasiado fantasiosa. En ocasiones estamos superando las distopías de Black Mirror.