Lobo, unos recuerdos falsos

En 1970, Jim Harrison tiene la edad en que Cristo murió y carga con la cruz del alcoholismo y la depresión. Primero perdió un ojo y luego a su alma gemela y a su padre, atropellados por un conductor ebrio. Cansado de ganarse la vida enseñando literatura a jóvenes ricos de la Costa Este, lee a Lorca y Rimbaud como si su vida dependiera de cada verso y se va de pesca a lugares remotos como si eso lo alejara de sí mismo. Hasta que un día sufre un accidente en la montaña: se cae de un acantilado y se destroza la columna. Tendrá que guardar cama durante meses y no está claro si volverá a caminar. Podría ser el final. O el principio. Harrison pasó los dos meses siguientes postrado en cama, escribiendo día y noche en la vieja Remington de su padre. El resultado fue "Lobo", una novela abrumadora, furiosa y hermosa, a ratos brutal, y lúcida en cada línea.