La primera mano que sostuvo la mía

Lexie Sinclair planea una vida extraordinaria. Acorralada por la refinada vida campestre de sus padres, planea escapar a Londres. Allí se junta con Innes Kent, editor de revista que la introduce al emocionante mundo clandestino del bohemio Soho de posguerra. Aprende a ser reportera, a conocer el arte y a los artistas, a abrazar su vida plenamente y con un profundo amor como eje central. Y cuando se encuentra embarazada, no duda en tener el bebé sola. Más tarde, en el Londres actual, una joven pintora llamada Elina transita vertiginosamente las primeras semanas de la maternidad. No se reconoce a sí misma: se encuentra caminando descalza; va al restaurante a almorzar a las nueve de la mañana; no puede recordar el pequeño detalle de dar a luz. Pero para su novio, Ted, la paternidad es evocar recuerdos perdidos, con imágenes que no puede ubicar. A medida que los recuerdos de Ted se vuelven más desconcertantes y más frecuentes, parece que algo podría conectar estas dos historias, estas dos mujeres, algo que se vuelve aún más desgarrador y hermoso a medida que todos se precipitan hacia su revelación.