El emisario

Japón, tras sufrir un desastre masivo e irreparable, se aísla del mundo. Los niños están tan débiles que apenas pueden mantenerse en pie o caminar: los únicos que tienen algo de energía son los ancianos. Mumei vive con su abuelo Yoshiro, quien se preocupa constantemente por él. Continúan con su rutina diaria en lo que podría considerarse una época post-Fukushima, con todos los niños nacidos ancianos: frágiles y canosos, pero increíblemente compasivos y sabios. Mumei puede estar debilitado y afiebrado, pero es un faro de esperanza, lleno de ingenio y libre de autocompasión y pesimismo. Yoshiro se concentra en alimentar a Mumei, un niño extrañamente maravilloso que ofrece "la belleza del tiempo que está por venir".