Diccionario de nombres propios

Seducción y asesinato, la belleza como peligro mortal, el talento individual como parte maldita, por decirlo con palabras de Bataille, son las constantes en la obra de Nothomb desde su sorprendente primera novela, La higiene del asesino (1992); desde entonces, ha seguido ocupando un lugar central en la literatura actual escrita en Europa. Sin abandonar esas obsesiones, incluso profundizándolas, este Diccionario de nombres propios muestra cómo dos sorprendentes capacidades se combinan en Nothomb hoy: la de inventar historias a una velocidad casi superior a la que cualquier escritura podría seguir y la de tener un control absoluto de su material, como si cada una de sus novelas fuera una pieza dentro del vasto mundo que su obra está destinada a representar, como una comedia humana del siglo XXI; es decir: fragmentaria, femenina, sin mayores certezas que sus ambigüedades. Un mundo narrativo que, por otro lado, carece de paralelo en la literatura del momento. Se trata de una niña llamada Plectrude —los nombres propios no carecen de significado en esta intensa fábula—, nacida en prisión, hija de una madre de diecinueve años que asesinó a su esposo, padre de la niña, semanas antes de dar a luz. El destino de Plectrude será, en gran medida, el de una lucha contra la compulsión de repetir el maldito destino de su madre.