Anoxemia

Diez años después de la trágica muerte de su esposo, Dolores Ayala, dueña de un antiguo estudio fotográfico que se ha quedado sin clientes, recibe el encargo más inusual de toda su carrera: fotografiar a un difunto el día de su entierro. Aceptar la encomienda la llevará a conocer a Clemente Artés, un anciano excéntrico obsesionado con recuperar por todos los medios la antigua tradición de fotografiar a los muertos. De su mano, Dolores se adentrará en esta práctica olvidada, experimentará la lentitud del daguerrotipo y aprenderá que las imágenes son necesarias para recordar a quienes ya no están, pero también descubrirá que algunos guardan oscuros secretos que jamás deberían revelarse y, sobre todo, que hay muertos inquietos que no paran de moverse y que, a veces, se abalanzan sobre la memoria de los vivos.